A propósito de la pérdida creciente de
confianza en la sociedad chilena me parece
atingente y relevante escribir sobre las
implicancias de la mentira, especialmente
cuando esta se instala como una práctica
normal en cualquier ámbito de la sociedad.
Mi propósito al escribir este es llamar a un “darse cuenta” y a una toma de conciencia del impacto de la mentira en la cultura cívica chilena y sus eventuales implicancias para el mundo del trabajo, con la finalidad de proponer un camino de integridad como respuesta. Ello simplemente es hablar con la verdad, por difícil e incómoda que esta resulte, siempre con consideración y respeto, creo que se pueden y deben decir las cosas.
La mentira, entendida como la entrega intencional de información falsa, no solo daña la confianza pública, sino que mina la base moral de cualquier familia, comunidad, organización o país. En el contexto actual de nuestro Chile, donde figuras de autoridad, medios de comunicación y otros actores de la sociedad, presentan datos cuestionables o engañosos, es fundamental reflexionar desde la moral y la ética, sobre los efectos de este fenómeno.
La diferencia entre Mentira y Engaño
Mentir implica decir algo falso con conciencia de su falsedad. Engañar puede incluir decir verdades parciales,
omitir información relevante o manipular el contexto. Para estudiosos en la materia, la mentira es una forma
explícita de engaño, pero no toda forma de engaño implica necesariamente una mentira.
El engaño puede lograrse sin mentir si se manipula el significado de las palabras, procurando tergiversar la
información con fines y/o motivaciones específicas.
Como sociedad chilena estamos corriendo un gran riesgo al normalizar la mentira, ello significa aceptar la mentira como parte de la vida pública e instalar una cultura de relativismo ético. En el largo plazo, lo que hace es debilitar las instituciones, fomentar la corrupción y mermar la participación ciudadana en la vida pública.
¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros como
ciudadanos comunes y corrientes?
Aunque parezca poco, la integridad individual es una forma de resistencia. Denunciar, exigir transparencia, informarse críticamente y vivir con coherencia ética en el trabajo y la vida privada, son
actos políticos.
En las organizaciones, la cultura de la verdad es indispensable. Necesitamos volver a una conducta ética, actuar con la verdad y hacer lo correcto en el mundo del trabajo.
Si las personas ven que quienes lideran el país mienten sin consecuencia, esto puede trasladarse al ámbito laboral: distorsión de informes, manipulación de resultados y pérdida de confianza interna.


